Reflexiva. Recostada. Recordando sobre el pasto húmedo mirando el cielo casi sin nubes. La luna increíblemente redonda. No veía el cielo tan lleno de estrellas desde que era niña y viajábamos en caravana a San Andrés de Giles los domingos. Salíamos en varios autos temprano por la mañana, la familia completa, a pasar el día lejos de la ciudad, a comer asado en el campo, a ver parientes que ya no recuerdo y a cazar pajaritos con mi abuelo. Todo eso sucedía antes de que el dinero, la muerte y los terceros terminaran con la familia. Eso era cuando éramos gitanos y estábamos unidos. Ahora somos indiferentes y autónomos. Inconexos. Desmembrados.
De aquellos viajes lejanos, mi momento más especial del día era el del regreso. El espectáculo del cielo apelmazado de estrellas. La ruta oscura. Los ranchos perdidos campo adentro. El cansancio dulce del buen pasar. Pero sobretodo, las estrellas dibujando las noches claras de verano en las rutas mágicas que conduces a San Andrés de Giles (pero que en realidad conducen al pasado y a los momentos gratos que no volverán). Indescriptible era la sensación en el pecho que me invadía ante lo magno del cielo que se veía desde el cristal trasero del 504 verde. Mis hermanos soñaban cosas que seguro hoy no recuerdan. Yo recordaba mis sueños con los ojos puestos en el firmamento, absorta ante la magnitud de lo inmenso. En el campo el cielo es mas profundo y las noches son mas claras. Suspiraba tan hondo que el corazón dolía a veces, pero era un dolor suave y lindo, tan saboreable. Y yo no sabia muy bien a que atribuir esa sensación interna por aquellos días ( hoy me sobrarían los motivos, aunque no seria tan feliz ni tan inocente como en aquel entonces, bajo el cielo de San Andrés de Giles)
Me encuentro quince años después en otra ciudad, suspirando bajo el mismo cielo al ver las mismas estrellas. Aunque no soy la misma.
Hace mucho que no lloraba por una emoción chiquitita y sin sentido, pero cuando esta noche vi el cielo, llore en silencio. Por el cielo y por mi. Llore como niña y con congoja.
Olivos siempre es un buen lugar para llorar. Olivos tiene grandes cielos.
( fragmento de la novela "Diarios de Ruta que estoy escribiendo)
precioso! me envolvió el cielo y la ruta, la misma que transito tanto cuando entro y salgo de mercedes...
ResponderEliminarAbrazo fuerte!